El compañero Juan Carlos Andrades Calvo escribía aquí hace unos días sobre la cooperación del profesorado en la evaluación del proceso de enseñanza y ofrecía algunas estrategias y herramientas útiles para esa necesario colaboración entre docentes. Además, entiendo que un espacio, en mi opinión, mal aprovechado para la evaluación de la práctica docente son las reuniones semanales de cada departamento didáctico.
No obstante, en esta oportunidad voy a referirme a otros evaluadores de nuestra práctica docente. Parece que los docentes olvidamos que, a diario, de forma permanente, estamos sometidos a unos particulares observadores que no pierden detalle (aunque, a veces, solo se centran en los detalles) sobre lo que decimos y hacemos, e incluso cómo vestimos. Obviamente, esos observadores son nuestro alumnado. La frecuencia y la atención con que nos evalúan y examinan los convierte en conspicuos evaluadores de nuestra práctica docente. Y no me refiero solo a sus resultados académicos, que – resulta evidente – deberían motivar nuestra reflexión y cambio sino también a sus actitudes, comentarios más o menos formales, encuestas… En lo que sigue, voy a referirme a mi propia experiencia.
El curso pasado tuve como discentes a dos grupos de 3º de ESO. Pese a que uso en clase metodologías participativas, dinámicas, centradas en el alumno (vid. wiki de aula de estos grupos http://3esocap.wikispaces.com/), no es menos cierto que en algunas clases, al principio del curso, observaba en sus rostros desinterés, desmotivación o, en fin, su palabra favorita “aburrimiento”. En consecuencia, entendí que era necesario hablar en clase y también escribir sobre ello:
Muchos decís en clase cuando os llamo la atención que estáis aburridos. Entiendo que sois jóvenes, que estáis madurando y que forma parte de vuestra educación emocional la tolerancia a la frustración y al aburrimiento, por lo que vuestro grado de tolerancia al aburrimiento es, con frecuencia, mínimo. No obstante, como ya me conocéis, a mí me disgusta producir aburrimiento que se transforma pronto, en muchos, en hastío.
Por ello, he decido componer un cuento, un cuento moral, o con moraleja, como preferís vosotros, sobre el aburrimiento de los alumnos, desde la perspectiva del profesor. Es el que aparece más abajo. Lo que os pido, lógicamente, es que escribáis un cuento similar desde la posición de alumnos. Por tanto, se trata de que reflexionéis sobre qué expectativas tenéis en las clases antes de comenzar, cuál es vuestro ánimo (antes, durante y después de una clase), por qué os aburrís, qué os disgusta… Y tras esa reflexión compongáis un cuento moral, que será la tarea de escritura que tenéis que publicar en vuestra página personal del wiki con el título: Relato del alumno aburrido.
En la respuesta por escrito me dijeron lo siguiente:
– Silvia, en su segundo párrafo:
No creo que asistir a clase sea aburrido. Todo lo que nos es impuesto no deja de ser incómodo y desagradable y esto unido a nuestro inconformismo y, en algunos casos, rebeldía pueda llegar a confundirse con aburrimiento. Pasan los años, evolucionamos a un ritmo vertiginoso y los acontecimientos se suceden unos tras otro casi sin darnos cuenta, y aunque la relación profesor-alumno parece haber cambiado algo, el cometido de ambos sigue siendo el mismo. Y me pregunto si mi profesor cuando era estudiante no pasó por nuestra misma situación y si se ve reflejado en nosotros. En cualquier caso, está claro que si existiera ese punto de conexión entre ambos, las clases serían más amenas e incluso divertidas, nunca aburridas.
O en los dos últimos párrafos, Carmen escribía lo siguiente:
En algunas ocasiones giraba la cabeza para mirar por la ventana y, ciertamente, me gustaría estar ahí fuera, en la calle, en lugar de aquí, haciendo cosas que a veces ni comprendo pero que, tarde o temprano, tengo que acabar aprendiendo. Es raro, todo me aburre. Con todo me refiero a todo lo que a mí no me gustaría estar haciendo en ese momento. Miro a un lado y a otro pensando si a algunos de mis compañeros les interesa verdaderamente alguna de las explicaciones, intentando buscar o encontrar alguna reacción de alguien que le ponga un poco de alegría a la clase, intentando distraerme por solo un momento para que el tiempo se pase más rápido.
Miro al profesor continuamente, pero la mayoría de las veces no comprendo ni una sola palabra de las que dice ya que solo lo estoy mirando, porque la mente la tengo en otro sitio. Definitivamente, descarto toda posibilidad de enterarme de algo de lo que ha explicado hoy. Me decía a mí misma, solo pensaba en mí y en que realmente puede que sí seamos diferentes dentro y fuera de clase. Puede que cambiemos de actitud solo por unas horas. Quizás solo somos nosotros mismos una vez que salimos de esas cuatro paredes que parecen hacerse cada vez más estrechas y que hacen que las horas se pasen como siglos.
Quizás algún compañero, como consuelo, justifique perversamente esa actitud de desinterés, más o menos general, en la trayectoria académica: “el alumnado con dificultades de aprendizaje se distrae porque no entiende”. Creo que se equivoca: en primer lugar, obviamente, porque los alumnos con dificultades de aprendizaje exigen tanta o más atención que los de brillante trayectoria académica pero, además, ese compañero nuestro parece que no ha entendido que lo que sucede es que nuestro alumnado, por el medio tecnológico en el que habita, está desarrollando nuevos modos de acceder a la información.
Evidentemente, de esas observaciones de nuestros alumnos podemos “aprovecharnos” para cambiar y mejorar, sistematizándolas mediante una encuesta. Inserto aquí la que realicé a esos alumnos de 3º de ESO de los que he hablado:
Para finalizar, reitero lo dicho. Los principales y más relevantes evaluadores de nuestra práctica docente para un docente a pie de aula son nuestro alumnado. Por tanto, debemos (y ellos lo están demandando y casi exigiendo) prestarles atención, escuchar sus valoraciones, sugerencias y propuestas en beneficio suyo y también en beneficio de nuestra salud emocional y mental.
Aburrimiento y evaluación de la práctica docente fue publicado en Evaluacción, el blog de la AGAEVE.