Hace unos días José Ramón, con su habitual buen humor, me envió un correo cuyo «asunto» era Descubre las diferencias. En el texto de ese mensaje me facilitaba un enlace a una entrada mía de un blog de aula que usé el año pasado para la materia de Proyecto Integrado en 4º de ESO y otro enlace, paralelo, a un blog de un compañero y paisano que también usa un blog de aula para la misma materia, Proyecto Integrado. IES Jerez y Caballero. Por cierto, Antonio respondía a ese mensaje de José Ramón, de manera breve pero precisa: «La letra es diferente».
Como ya habréis notado, mis compañeros y amigos me advertían de un evidente, incuestionable y vergonzante plagio de ese paisano nuestro del IES Jerez y Caballero. Si seleccionáis la etiqueta Instrucciones de ese blog de aula mío que contiene 16 entradas en las que yo daba indicaciones, recomendaciones o, simplemente, instrucciones a mis alumnos y las contrastáis con las entradas de ese blog pirata tituladas Tarea 8, Quinta tarea, Cuarta tarea, Segunda tarea y Primera tarea, es fácil percartarse de que este profesor o profesora ha copiado literalmente.
En el mundo académico hace unos años experimenté un sentimiento de desagrado y repulsa similar: una profesora de la Universidad de Alicante copiaba, aunque aparecían las referencias a mi artículo como notas a pie de página en el capítulo de su libro, un trabajo mío sobre Eduardo Benot. En aquella ocasión, callé. Sin embargo, hoy, pasados ya varios días desde que José Ramón me informó, debo confesar que, en esta oportunidad, mis emociones han evolucionado. Inicialmente, sentí un repudio que me empujaba a comunicar, de inmediato, a la blogosfera educativa tamaño atropello con una furia similar, salvando las distancias, a la de Émile Zola y su J’accuse…!; posteriormente, me parece que, inclinado por la benevolencia que conduce a la disculpa de errores ajenos y en compañía solidaria y fraternal de otros ilustres colegas blogprofesores que se han visto en similares circunstancias, quizá sea conveniente declararse, como nos sugiere irónicamente Julio Llamazares:
halagado por el hecho de que alguien se hubiera fijado en ti (en tus libros, en tus canciones, en tus películas) para robarte, ya que eso te permite convertirte en un benefactor social.