Aburrimiento y evaluación de la práctica docente

Fuente de la imagen: Richard Phillip Rücker (https://flic.kr/p/whGAB)

Fuente de la imagen: Richard Phillip Rücker (https://flic.kr/p/whGAB)

El compañero Juan Carlos Andrades Calvo escribía aquí hace unos días sobre la cooperación del profesorado en la evaluación del proceso de enseñanza y ofrecía algunas estrategias y herramientas útiles para esa necesario colaboración entre docentes.  Además, entiendo que un espacio, en mi opinión, mal aprovechado para la evaluación de la práctica docente son las reuniones semanales de cada departamento didáctico.

No obstante, en esta oportunidad voy a referirme a otros evaluadores de nuestra práctica docente.  Parece que los docentes olvidamos que, a diario, de forma permanente, estamos sometidos a unos particulares observadores que no pierden detalle (aunque, a veces, solo se centran en los detalles) sobre lo que decimos y hacemos, e incluso cómo vestimos. Obviamente, esos observadores son nuestro alumnado.  La frecuencia y la atención con que nos evalúan y examinan los convierte en conspicuos evaluadores de nuestra práctica docente. Y no me refiero solo a sus resultados académicos, que – resulta evidente – deberían motivar nuestra reflexión y cambio sino también a sus actitudes, comentarios más o menos formales, encuestas… En lo que sigue, voy a referirme a mi propia  experiencia.

El curso pasado tuve como discentes a dos grupos de 3º de ESO. Pese a que uso en clase metodologías participativas, dinámicas, centradas en el alumno (vid. wiki de aula de estos grupos http://3esocap.wikispaces.com/), no es menos cierto que en algunas clases, al principio del curso, observaba en sus rostros desinterés, desmotivación o, en fin, su palabra favorita “aburrimiento”.  En consecuencia, entendí que era necesario hablar en clase y también escribir sobre ello:

Muchos decís en clase cuando os llamo la atención que estáis aburridos. Entiendo que sois jóvenes, que estáis madurando y que forma parte de vuestra educación emocional la tolerancia a la frustración y al aburrimiento, por lo que vuestro grado de tolerancia al aburrimiento es, con frecuencia, mínimo. No obstante, como ya me conocéis, a mí me disgusta producir aburrimiento que se transforma pronto, en muchos, en hastío.


Por ello, he decido componer un cuento, un cuento moral, o con moraleja, como preferís vosotros, sobre el aburrimiento de los alumnos, desde la perspectiva del profesor. Es el que aparece más abajo. Lo que os pido, lógicamente, es que escribáis un cuento similar desde la posición de alumnos. Por tanto, se trata de que reflexionéis sobre qué expectativas tenéis en las clases antes de comenzar, cuál es vuestro ánimo (antes, durante y después de una clase), por qué os aburrís, qué os disgusta… Y tras esa reflexión compongáis un cuento moral, que será la tarea de escritura que tenéis que publicar en vuestra página personal del wiki con el título: Relato del alumno aburrido.

 

En la respuesta por escrito me dijeron lo siguiente:

Silvia, en su segundo párrafo:

No creo que asistir a clase sea aburrido. Todo lo que nos es impuesto no deja de ser incómodo y desagradable y esto unido a nuestro inconformismo y, en algunos casos, rebeldía pueda llegar a confundirse con aburrimiento. Pasan los años, evolucionamos a un ritmo vertiginoso y los acontecimientos se suceden unos tras otro casi sin darnos cuenta, y aunque la relación profesor-alumno parece haber cambiado algo, el cometido de ambos sigue siendo el mismo. Y me pregunto si mi profesor cuando era estudiante no pasó por nuestra misma situación y si se ve reflejado en nosotros. En cualquier caso, está claro que si existiera ese punto de conexión entre ambos, las clases serían más amenas e incluso divertidas, nunca aburridas.

 

O en los dos últimos párrafos, Carmen escribía lo siguiente:

 

En algunas ocasiones giraba la cabeza para mirar por la ventana y, ciertamente, me gustaría estar ahí fuera, en la calle, en lugar de aquí, haciendo cosas que a veces ni comprendo pero que, tarde o temprano, tengo que acabar aprendiendo. Es raro, todo me aburre. Con todo me refiero a todo lo que a mí no me gustaría estar haciendo en ese momento. Miro a un lado y a otro pensando si a algunos de mis compañeros les interesa verdaderamente alguna de las explicaciones, intentando buscar o encontrar alguna reacción de alguien que le ponga un poco de alegría a la clase, intentando distraerme por solo un momento para que el tiempo se pase más rápido.

Miro al profesor continuamente, pero la mayoría de las veces no comprendo ni una sola palabra de las que dice ya que solo lo estoy mirando, porque la mente la tengo en otro sitio. Definitivamente, descarto toda posibilidad de enterarme de algo de lo que ha explicado hoy. Me decía a mí misma, solo pensaba en mí y en que realmente puede que sí seamos diferentes dentro y fuera de clase. Puede que cambiemos de actitud solo por unas horas. Quizás solo somos nosotros mismos una vez que salimos de esas cuatro paredes que parecen hacerse cada vez más estrechas y que hacen que las horas se pasen como siglos.

 

Quizás algún compañero, como consuelo, justifique perversamente esa actitud de desinterés, más o menos general, en la trayectoria académica: “el alumnado con dificultades de aprendizaje se distrae porque no entiende”. Creo que se equivoca: en primer lugar, obviamente, porque los alumnos con dificultades de aprendizaje exigen tanta o más atención que los de brillante trayectoria académica pero, además, ese compañero nuestro parece que no ha entendido que lo que sucede es que nuestro alumnado, por el medio tecnológico en el que habita, está desarrollando nuevos modos de acceder a la información.

Evidentemente, de esas observaciones de nuestros alumnos podemos “aprovecharnos” para cambiar y mejorar, sistematizándolas mediante una encuesta. Inserto aquí la que realicé a esos alumnos de 3º de ESO de los que he hablado:

Para finalizar, reitero lo dicho. Los principales y más relevantes evaluadores de nuestra práctica docente para un docente a pie de aula son nuestro alumnado. Por tanto, debemos (y ellos lo están demandando y casi exigiendo) prestarles atención, escuchar sus valoraciones, sugerencias y propuestas en beneficio suyo y también en beneficio de nuestra salud emocional y mental.


Aburrimiento y evaluación de la práctica docente fue publicado en Evaluacción, el blog de la AGAEVE.

Adolescentes y cambios en el acceso a la información

Las dificultades y retos que se nos plantean al trabajar como educadores con adolescentes son varios, diversos y complejos. Es frecuente que en las- a mi juicio- buenas descripciones del adolescente aparezcan términos como

  • hedonistas;
  • aversión al aburrimiento (os enlazo una tarea de escritura del curso pasado que propuse a mis alumnos, precisamente, sobre el aburrimiento);
  • habituados al ritmo trepidante en el acceso a la información (no en su procesamiento);
  • escasa motivación e interés hacia el estudio (prefieren mensajes sensoriales y emocionales);
  • hiperestimulación del sentido del oído («fondo musical» habitual en las clases),
  • extraversión radical, lo que produce, entre otros efectos, que publiquen en redes sociales contenidos privados e incluso íntimos. Hace unos días me entrevistaron en el diario Córdoba sobre esta cuestión, o podéis ojear este articulillo mío sobre intimidad.
  • poco tolerantes a la frustración o
  • desbordamiento cognitivo y dispersión, entre otros rasgos.

En esta línea,  os recomiendo un brillante y acertado retrato del alumno adolescente que escribió hace algún tiempo ya un colega nuestro catalán, Joselu.

Como, evidentemente, no es este el lugar para tratar de desarrollar esas dificultades, ni, sobre todo, de proponer estrategias desde el aula para intentar salvarlas, voy a centrarme en una de estas dificultades, su universo tecnológico y el modo en que acceden a la información, porque sobre ello he pensado y escrito articulillos de blog desde hace años. Permitidme la inmodestia de autocitarme:

– Sobre nativos digitales y competencia digital: http://educaptic.iesgrancapitan.org/?p=406

– Vídeos de alumnos del siglo XXI: http://educaptic.iesgrancapitan.org/?p=539

Creo que- porque ese cambio se está produciendo, está en proceso y no ha culminado- no somos realmente conscientes de que nuestros adolescentes están (estamos todos) experimentando cambios (neuronales)- baste citar los ensayos de Nicholas Carr, ¿Está Google haciéndonos estúpidos? o ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Superficiales– en el modo en que procesan (procesamos) la información, puesto que el acceso a las fuentes ha cambiado radicalmente en los últimos años. Viven inmersos en un medio tecnológico que consideran que forma parte indisoluble, intextricable e inseparable de sus personas (todos hemos comprobado que si olvida en casa o se les requisa el móvil en el instituto entran en un estado de pánico1), y esos medios tecnológicos (el smartphone, la tableta, el ordenador…) alteran no solo el mensaje, como nos dijo McLuhan, sino también el cerebro, el modo de acceder y procesar información.

En relación a este punto, no es razonable dejarse llevar por las modas pedagógicas o consumismo pedagógico, como prefiere Miguel Calvillo. No hace mucho una denominación tuvo gran éxito, la de nativo digital vs. inmigrante digital, de M. Prensky, que no es- en mi opinión- sino una simplista dicotomía, falsa y maniquea. Los alumnos han nacido y viven en esos medios virtuales, pero eso no significa que tengan extraordinarias habilidades, ni innatas ni aprendidas. De hecho, como se ha probado – http://educaptic.iesgrancapitan.org/?p=406-, las habilidades tecnológicas del adolescente están contextualizadas (ocio y diversión) y no son trasversales, ni transferibles directamente al ámbito escolar. O, dicho de manera más simple, vemos que un alumno maneja con soltura algunas aplicaciones del móvil, pero no sabe manejar algo tan simple como un procesador de textos.

¿Qué podemos hacer desde las aulas para afrontar- pero, en ningún caso, enfrentarnos- esos cambios? Me reafirmo en lo que escribía hace ya 6 años en ese artículo que he citado más arriba:

a) La funcionalidad de los aprendizajes escolares. Es preciso realizar un esfuerzo para que esa frontera entre los ámbitos personal y escolar se debilite. La enseñanza por proyectos o tareas, en la que tengo cierta experiencia acumulada,  es una metodología educativa que puede ayudarnos en este esfuerzo.

b) La reflexión sobre las prácticas tic. Me parece evidente que una de las tareas del aprendizaje en la competencia digital ha de ser la reflexión, el análisis, el juicio valorativo… sobre esas prácticas que realiza habitualmente el alumno en soledad, esto es, desarrollar su pensamiento crítico.

c) La competencia comunicativa. La competencia digital del alumno, más allá de garantizar un dominio técnico suficiente de herramientas, debe permitirle acceder a sitios fiables, seleccionar la información, estructurarla y ser capaz de producir, a partir de ella, nuevo conocimiento, esto es, comunicar su experiencia.
En relación a ese último punto, podemos proponer una actividad tic lúdica, para final de trimestre, pero su fin ha de ser comunicar esa experiencia. Por ejemplo,  mi curso de Latín y Tu cole me suena.

Para finalizar, os inserto un autorretrato generacional- ya algo démodé, porque habla de Tuenti- de una antigua alumna, Yolandiita, de la que yo utilicé otro vídeo en 2010- y han pasado más de 4 años y medio- para versionar a Cicerón (Quo usque tandem abutere, magistri, patientia nostra?):


Actualización 29-12-2014

1. He conocido hoy que a esta fobia de separarse del teléfono móvil se le ha bautizado, recientemente, como nomofobia (no mobil phone phobia).